martes, 14 de diciembre de 2010

Ajuste de cuentas

Mientras ellas lloraban y rogaban a la policía que no las sacaran de su casa, que les dieran tiempo para recoger sus cosas, porque la notificación del desahucio había desaparecido del buzón, él yacía muerto en un edificio de oficinas no muy lejos de allí. En aquel momento las dos mujeres sólo sabían que perderían su última posesión, todo lo demás estaba perdido ya. Lo que no podían imaginar era que un ajuste de cuentas había terminado con la vida de quien las había dejado sin dinero, sin trabajo, sin hogar y sin amor.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro , de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero. [...]
Discurso de Mario Vargas Llosa en la Academia Sueca

vargas_llosa-lecture_sp (2).pdf

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo es esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a D'artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.
La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura [...]
No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma -la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada. [...]
Discurso de Mario Vargas Llosa en la Academia Sueca
El País. com

jueves, 25 de noviembre de 2010

La lectura: un ejercicio para el ánimo



Desde esta página queremos felicitar a la Biblioteca de la Esperanza por el éxito que está obteniendo con la puesta en marcha del proyecto La lectura: un ejercicio para el ánimo. Con él pretende llevar un poco de ánimo a los usuarios del Centro de Salud de la localidad y de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de El Rosario. Se trata de poner a disposición del público que acude a estos centros una colección de libros que pueden consultar en esos locales o llevárselos a casa y devolverlos cuando terminen de leerlos en los mismos centros o en la propia Biblioteca. En menos de un mes se han llevado en préstamo 80 libros , lo que nos resulta muy gratificante.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Iugam y las casas abandonadas

Se divisaba a lo lejos, entre tanta vegetación. Debió ser muy hermosa. Había armonía en sus dimensiones y buen gusto en lo que se podía adivinar que fueron sus colores, las maderas de sus ventanas, su ubicación tan certera con vistas a ese mar escondido que descansa en la pequeña playa imposible, que sólo se ve cuando llegas allí.

Y esos senderos atrapados hoy por las plantas rebeldes e independientes, que puedo imaginar llenos de luz y colores de niños saltando y alborotando risueños.

¿Qué sensaciones se vivieron dentro de esos muros? ¿Qué placeres se sintieron? ¿Hubo amor, ternura, sueños? ¿Cuánto dolor, soledad, muerte?

Lecturas al atardecer, a la luz de los quinqués, sábanas limpias planchadas con olor a lavanda y el calor de otro cuerpo deseoso del tuyo: noches-refugio que compensan y justifican todo.

Casa, casas, casas con olores, con sonidos, con calor, con vida.

Ahora a merced del viento, convertida en paisaje, abandonada. ¿Seguirá en los recuerdos de alguna persona? Tal vez alguien a miles de kilómetros cuente a su nieto con añoranza: yo vivía en una casa cerca del mar …

jueves, 11 de noviembre de 2010

Arráncame la vida


Próxima lectura para comentar en Diciembre. Arráncame la vida de Ángeles Mastretta.
El día y la hora, como siempre, se les hará llegar vía e-mail.

"Ese año pasaron muchas cosas en este país. Entre otras, Andrés y yo nos casamos. Lo conocí en un café de los portales. En qué otra parte iba a ser si en Puebla todo pasaba en los portales: desde los noviazgos hasta los asesinatos, como si no hubiera otro lugar."

viernes, 5 de noviembre de 2010

Ese gran simulacro

[...] "el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda
en el fondo el olvido es un gran simulacro
nadie sabe si quiere/ aunque pueda/ olvidar" [...]
Mario Benedetti. (De El olvido está lleno de memoria)

martes, 2 de noviembre de 2010

Encarnación

Y el verbo se hizo carne y habitó en un pueblito intrascendente. Cuentan que, debido a los sucesos que tuvieron lugar después de semejante Encarnación, nadie quiso recordar jamás el nombre del pueblo, pero no pudieron evitar que se quedara flotando en el ambiente el mote del verbo hecho carne: ¡Marcelina Camacha! para toda la eternidad.

lunes, 25 de octubre de 2010

Historia sin cariño de Remedios Quiero Besarte

Rosa dejó a Juan para dedicarse a la prostitución. Aquello lo pilló de sorpresa. Juan no se lo explicaba. Por qué una chica como ella, con posibilidades de hacer otras cosas con su vida, había decidido sin embargo hacer algo así. La única explicación era que le gustaba el oficio.
Al principio se volvió loco. La quería. Luego se volvió más loco aún.
Así que un buen día cogió la paga enterita del mes (era dependiente en una librería de una tía suya) y se dirigió al prostíbulo [...]
Historia sin cariño de Remedios quiero besarte/Nicolás Melini
Ed. Baile del Sol

miércoles, 20 de octubre de 2010

Adivinas


El catedrático nipón de estudios hispánicos Norio Shimizu aseguró hoy que la primera impresión que causa El Quijote en los lectores japoneses es risa, aunque para muchos sea difícil entender el humor español. Shimizu, uno de los mayores estudiosos de la obra cervantina en Japón, dijo además, en un coloquio organizado por la Embajada de España con el periodista colombiano Gonzalo Robledo, que la principal obra de la literatura española ha influido mucho en el cine japonés clásico de samuráis.
"Existen muchos paralelismos con las historias de samuráis y debido a la dimensión que tiene Don Quijote influyó en algunos directores", aseguró el catedrático del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Sofía en Tokio. No obstante, Shimizu recordó que el humor de El Quijote no resulta fácilmente asimilable a los lectores nipones y que necesitan comprender el trasfondo cultural de muchos de los giros de la historia."Por ejemplo la descripción que hace Calisto de de su amante Melibea en La Celestina produciría una tremenda carcajada en un japonés", explicó el profesor que resaltó las diferencias entre ambas culturas. "Para la mayoría El Quijote es una obra cómica, pero una lectura detenida descubre otro punto trágico, esa es la razón de la longevidad de El Quijote.
El País 16/04/09

China lleva a Don Quijote al 3D
La adaptación cinematográfica china de Don Quijote en 3D se estrena hoy en el gigante asiático y llega a un público apasionado por el personaje de Miguel de Cervantes, según dijo a Efe Ah Gan, el director del film, el primero producido con este formato en Asia. "Tang Ji Je De", título de la película en chino, será proyectada hoy en más de 1.700 pantallas de tres dimensiones en todo el país, y el público disfrutará de un Don Quijote, al que da vida el célebre actor Ge You, bastante más joven que el personaje de Cervantes y cuya vestimenta de caballería cambia por un traje de kung fu. Según él, el mundo quijotesco forma parte de su infancia y por ello cuando comenzó a dedicarse al cine, no dudó ni un momento en llevar a la gran pantalla la novela. Para conseguirlo fueron necesarios cuatro años de trabajo y finalmente, cuatro meses de rodaje en Pekín.

"Es la obra extranjera más conocida por los chinos. En China, cuando somos estudiantes ya aprendemos algunos de los capítulos. Yo leí la novela cuando era pequeño y me gustó muchísimo", apunta Ah, quien no duda que el film tendrá un buena acogida entre el público porque "es la novela extranjera que más se vende en China y la que mejor entienden los niños".
La Vanguardia 20/10/10

martes, 19 de octubre de 2010

Adivinas

Con estas tres pistas deberían adivinarlo al instante
Personaje masculino, muy masculino.
Protagonista principal de alguna novela que ha dado la vuelta al mundo.
Decidió ser muy moderno.

Próxima lectura:
La Herencia de Eszter de Sándor Márai

viernes, 17 de septiembre de 2010

Las batallas en el desierto

Después de dos meses de "secano" volvemos a las andadas. Nuevas lecturas y nuevos encuentros nos esperan. Así que no desesperen porque para octubre nos veremos y comentaremos Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco. El día y la hora, como siempre, vía e-mail.

jueves, 1 de julio de 2010

Verano, verano


Hay algunos días de verano estupendos. En ese instante de la mañana en el que uno se asoma por la ventana justo cuando han salido los primeros rayos de sol y se apagan las últimas estrellas en el cielo. Sabemos que el día será maravilloso y tenemos ganas de llenarnos los ojos de luz y color. ¡Qué maravilla!, ¡Qué hermosura para los sentidos y para el ánimo!
Siénteolo, vívelo y déjate inundar por el placer que provoca.

jueves, 24 de junio de 2010

Por si amanece y no me encuentras

Siempre pensamos que se es niño solamente una vez en la vida; pero nos equivocamos. Yo ahora, por ejemplo, me siento igual que cuando tenía nueve o diez años y amanecía en una casa y en una cama que no era la mía. Tengo el mismo miedo y la misma vergüenza, y estoy seguro de que las sensaciones de entonces eran parecidas a las que tengo ahora. En el fondo la química de una persona no cambia con el paso de los años. Nos podrán incorporar más sabiduría o más experiencia, pero el temblor que sientes en el estómago cuando llega el miedo, el desamparo o los avisos que de vez en cuando nos trae la muerte suele ser idéntico al que tenías cuando vivías una situación similar antes de atravesar treinta, cuarenta o cincuenta años de existencia.

Santiago Gil

lunes, 14 de junio de 2010

Bilbao - New York - Bilbao

Los peces y los árboles se parecen.
Se parecen en los anillos. Si hiciéramos un corte horizontal a un árbol veríamos sus anillos en el tronco. Un anillo por cada año transcurrido, es así como se sabe la edad del árbol. Los peces también tienen anillos pero en las escamas. Y al igual que sucede con los árboles, gracias a ellos sabemos cuántos años tiene el animal.
Los peces nunca dejan de crecer. Nosotros no, nosotros menguamos a partir de la madurez. Nuestro crecimiento se detiene, y los huesos comienzan a juntarse. El cuerpo se encoge. Los peces, sin embargo, crecen hasta que se mueren. Más rápido cuando son jóvenes y, a partir de cierta edad, más lentamente, pero sin dejar nunca de crecer. Y por eso tienen anillos en las escamas.
El anillo de los peces lo crea el invierno. El invierno es el tiempo durante el cual el pez come menos, y el hambre deja una marca oscura en sus escamas porque su crecimiento es menor durante esta época. Al contrario que en verano. Cuando los peces no pasan hambre, no queda ningún rastro en sus escamas.
El anillo de los peces es microscópico, no se ve a primera vista, pero ahí está. Como si fuera una herida. Una herida que no ha cerrado bien.
Y como los anillos de los peces, los momentos más difíciles van marcando nuestras vidas, hasta convertirse en medida de nuestro tiempo. Los días felices, al contrario, pasan deprisa, demasiado deprisa, y enseguida se desvanecen.
Lo que para los peces es el invierno, para las personas es la pérdida. Las pérdidas delimitan nuestro tiempo; el final de una relación, la muerte de un ser querido.
Cada pérdida es un anillo oscuro en nuestro interior.

Kirmen Uribe

viernes, 11 de junio de 2010

Todos somos culpables

Había una vez un cuentista que decidió ir a cobrar sus cuentos después de largos meses de espera. Desgranó todo su talento y más, aquella noche famosa en la que se juntaron muchos de su mismo oficio. Noche blanca y fría, pues corría el mes de Noviembre y los administradores de la ciudad decidieron animar las calles y el comercio con variados espectáculos, resultando todo un éxito ya que la gente acudió en masa e inundó la ciudad . Por supuesto que la prensa se hizo eco y contó lo sucedido: ¡un éxito sin precedentes! Todos quedaron contentos, los administradores, los comerciantes y la gente que disfrutó de los diferentes espectáculos.

Fueron pasando los días y el cuentista se frotaba las manos mientras pensaba, este mes cobraré y podré hacer frente a la Seguridad Social con más tranquilidad porque también podré pagar el alquiler del piso sin problemas. ¡Ay!, mis pensamientos parecen el cuento de la lechera, se decía para sí mismo. Y un buen día decidió acudir a la administración a reclamar en persona que le abonaran la deuda. Pero señor... ¿Es es usted consciente de los problemas que nos acucian?, tiene que tener paciencia, al fin y al cabo todos somos culpables de la situación por la que está atravesando el país, le recriminó el funcionario que le atendió. El cuentista abandonó el lugar y en su cabeza daban vueltas algunas preguntas sin respuesta: ¿Seré culpable de haberme afiliado a la Seguridad Social y no trabajar en negro?, ¿Seré culpable de que me descuenten el 15% en cada factura?, ¿Seré culpable de ganar lo justo para ir tirando?, ¿Seré culpable de no ser médico, catedrático, controlador aéreo, banquero, accionista de una petrolera? ¿Seré culpable?

N.R

viernes, 4 de junio de 2010

Carta de una desconocida

Cuando por la mañana temprano el famoso novelista R. regresó a Viena después de una refrescante salida de tres días a la montaña, decidió comprar el periódico. Al pasar la vista por encima de la fecha, recordó que era su cumpleaños. Cuarenta y uno, se dijo, pero esta constatación no le agradaba ni le desagradaba. Echó un vistazo a las crujientes páginas del periódico y se fue a su casa en un coche de alquiler. El mayordomo le informó de dos visitas y de algunas llamadas recibidas durante su ausencia, y le entregó el correo acumulado en una bandeja. Él lo examinó con indolencia y abrió un par de sobres cuyos remitentes le interesaron; vio una carta con caligrafía desconocida y apariencia demasiado voluminosa que, en un principio, dejó de lado. Entretanto le sirvieron el té. Se reclinó cómodamente en la butaca, hojeó el periódico y algunos folletos. Después encendió un cigarro y cogió la carta a la que no había prestado atención.
Era un pliego de unos veinticinco folios escritos precipitadamente con letra femenina, desconocida y nerviosa; más que una carta parecía un manuscrito. Palpó de nuevo el sobre, instintivamente, por si encontraba alguna nota aclaratoria. Estaba vacío. En él no había más que aquellas hojas; ni la dirección del remitente ni tan siquiera una firma. Qué extraño, pensó, y cogió nuevamente la carta. <>, ponía como encabezamiento, como si fuera un título.
Perplejo, se planteó: ¿Iba esto dirigido a él o a una persona imaginaria? De pronto se despertó su curiosidad, y empezó a leer:
Mi hijo murió ayer. [...]

Stefan Zweig

martes, 18 de mayo de 2010

Las unidades fugaces

En este centro del mundo confluyen todos los caminos. El escriba medita si los viajes curan los males del espíritu. Dos alquimistas piensan en las consecuencias de sus descubrimientos sobre la inmortalidad. Un filósofo se mira al espejo y sólo encuentra citas y proverbios. Cinco astrónomos elevan su mirada hacia la constelación de Las Pléyades. Tres críticos literarios hablan de la angustia de las influencias. Lo pájaros, mientras tanto, se revelan ante tanto conocimiento, escondiendo sus cabezas bajo sus alas luminosas.

Juan Carlos de Sancho

domingo, 9 de mayo de 2010

Aburrimiento transitorio

Justamente cuando le habían hecho el encargo de su vida, cayó enferma de

Aburrimiento transitorio”, los dedos eran incapaces de coordinarse con su cerebro ante las teclas del ordenador. Miraba y remiraba el intermitente cursor esperando la inspiración. Cruzaba las manos delante de su boca invocando el santo advenimiento, pero ni eso le daba resultado. ¿Y tú quieres ser escritora? Se reprochaba, ¡pues la llevas clara! Por momentos parecía que un atisbo de ánimo removía… Removía ¿Qué?, pensaba, pero si no estaba sino removiendo ideas confusas e inconexas, que no llevaban a ningún puerto. Con esta actitud era mejor que deshiciera lo poco que había escrito y esperase a curarse del “Aburrimiento transitorio”. Cuando ya estaba decidida a borrar las pocas líneas lo pensó mejor y decidió no hacerlo. Total si eliminaba lo escrito no habría constancia de que un día sufrió de dicho mal y no podría alegrarse de que no era sino eso “Aburrimiento transitorio.

M.J.



sábado, 8 de mayo de 2010

¿Qué sabes tú de lo que fue mi vida?

Ahora sólo ves estos últimos años
que son como la empuñadura de un cuchillo
clavado hasta el final en mi costado.

Arráncalo de golpe y un borbotón de sueños
salpicará tu rostro

Podría dejarte ciega. Ten cuidado.

Ángel González.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Risas y sonrisas

Había una vez un cuentista que se sorprendió, todavía tenía esa capacidad, por el hatajo de políticos que, ante la situación por la que estaba atravesando el mundo y, sobre todo, su país, discutían mucho la política económica que manejaban sus adversarios, es decir, los que estaban en el poder. Amargaban al personal con continuas apariciones en el parlamento y en los medios de comunicación diciendo que la "cosa" iba mal, mal, mal.... Es cierto que va mal, pensó el cuentista, por supuesto. Pero no sabía por qué estas apariciones y otras tantas estaban marcadas por el reflejo de una sonrisa en las caras de quienes comunicaban... Muchas risas y sonrisas vemos últimamente. ¿Es que la situación está para sonrisas y risas?¡ Hatajo de sinvergüenzas!, se dijo el cuentista durante todo el santo día en el que se sorprendió.

viernes, 23 de abril de 2010

Día del Libro

Gracias a todos los participantes del Club de Lectura Café con Duende, por compartir lecturas, opiniones, vivencias y sugerencias varias. Gracias también por hacer posible la existencia de este blog que, poquito a poquito, va tomando forma y llegando a más lectores. Gracias a Miguel de Cervantes por haber dejado a esos dos personajes tan maravillosos pululando por el mundo. Ah, y que pasen un agradable Día del Libro.

Momentos y lugares para leer


Leer al amanecer, si es usted de esas personas que se despierta muy temprano, porque con la edad ha ganado horas de vigilia, o después de asomarse a la ventana a mirar el cielo estrellado, en esa hora entre la noche y el día, cuando tenemos la impresión de poder volar hasta alguna de las estrellas que parecen estar colgadas en el cielo, haciéndonos algún guiño, y nos dejan en el alma un estado de inmensa tranquilidad.

-Leer tirados en el sofá los sábados por la tarde o sobre una esterilla, entre el olor de los pinos, los domingos por la mañana.

-Leer en la terraza del bar acompañados de un buen café. Leer en la cama, en la guagua, en la plaza.

-Leer en el ambulatorio mientras espera su turno, en el avión, en el tren, en la biblioteca.

-Leer en la notaría y así de distrae de los problemas que le está causando la herencia.

-Leer en ese cubículo que usted sabe que le priva de libertad.

-Leer por la noche, a media tarde, al amanecer...

Siempre hay un momento y un buen lugar para leer


jueves, 22 de abril de 2010

Alguien


Alguien esperaba que con la llegada de la primavera se cumpliesen todos sus deseos, como ocurría en algunos cuentos con final feliz.

-Esperaba volver a sentir lo mismo que cuando tenía veinte años y se enamoró locamente.

-Esperaba encontrar algo que le revolviera las entrañas de inquietud y el corazón de esperanza.

-Esperaba sentir las mismas ganas de siempre de luchar por lo que consideraba justo.

-Esperaba tener la seguridad de ser una persona que, ante las adversidad , no dejara de ser ella misma, porque sabía que solamente ante la adversidad , ante la espada y la pared, es cuando las personas se conocen a sí mismas y pueden aflorar los monstruos escondidos en las profundidades.

Y la primavera llegó con un poco de lluvia y un poco de sol, con el perfume de las primeras flores,

con los jóvenes radiantes de hormonas inquietas, con el olor a mar y los paseos por la orilla, con los esfuerzos de muchos para terminar el curso y poder empezar algo nuevo, con pieles preparándose para broncearse, para gustar y gustarse, con el nacimiento de Carlitos, con la existencia de Cotufa, un precioso gato, con, con, con.

Alguien seguía esperando.

viernes, 16 de abril de 2010

Imagen. "Daniel Martín Castellano".
Idea. "Alexis Ravelo".

Aunque no lo creas, hay autores canarios muy interesantes...
Jóvenes y no tan jóvenes. Búscalos.....

Se pierde como el eco

Amar es un revuelo
es halago en el aire:
se pierde como el eco
de un disparo en el valle.

Los amantes quisieran
dilatar su caricia:
pero amar es destello
en la noche infinita.

Después el gran silencio
sonoro de la sombra:
ni inútiles palabras
ni tiempo ni memoria.

Porque amor es el dios
que trueca los caminos
los que con él se encuentran
han de darse a lo efímero.

José Agustín Goytisolo. "Poesía para estudiantes"

miércoles, 14 de abril de 2010

Deseo II


Sí queridos, después de tantas mentiras contadas.... logró hacerle soñar con serpientes... de aquellas de cierto mar.... como decía una canción de hace mil años.... Porque ella era capaz de contar tan bien las mentiras, que logró convertirlas en realidad en la mente del ausente. Él decidió dormir lo menos posible para evitar soñar.... y se refugió en los libros.... huyendo de una posible locura.... porque necesitaba dormir, siempre le había encantado dormir a pierna suelta, y ahora era imposible debido a los malditos sueños con serpientes, esos sueños en los que el miedo a la vida era insuperable.

martes, 13 de abril de 2010

Deseo


Se alegró cuando le oyó decir que esa tarde iría a visitarla, pero inmediatamente supo que no era cierto o, al menos, que no lo haría porque lo deseaba, sino por esa maldita manía de quedar bien..... o por sonsacarle.... otra maldita manía Así que en su mente se fue instalando la idea de envenenarle.... con mentiras, sí.... es el peor veneno que existe.

lunes, 29 de marzo de 2010

Tristeza


Al despuntar el día se levantó y supo inmediatamente que iba a tener un día de esos que él definía de "tristeza llevadera". La sentía como algo indolente, que estaba ahí, que se notaba.... Una dulce tristeza permitiéndole estar aquí y ahora pero también cierta introspección. A veces ni siquiera reflexionaba sobre ella, sólo la sentía. Era un estado interior que le solía conectar con la ternura y estimulaba sus sentidos. Era capaz de ver lo que no veía normalmente: un cerezo japonés en floración, el gato de la vecina ronroneando a sus pies, el saludo de un alumno ofreciéndole una sonrisa, devuelta de su parte... Pero ese ver, que primero le entraba por los ojos, llegaba después al interior, y como si tuviera un recipiente que se iba llenando con sensaciones, las recogía todas y las vaciaba luego en los demás. En definitiva, la tristeza llevadera ere un lujo que él se permitía sentir de vez en cuando.

miércoles, 24 de marzo de 2010

La leyenda del Santo Bebedor

Se despertó muy temprano. Caroline todavía estaba durmiendo. Por la ventana abierta se oían los trinos de un pájaro solitario. Andreas permaneció un rato en la cama con los ojos abiertos, pero no más de unos pocos minutos. Aprovechó esos breves instantes para reflexionar. Tenía la impresión de que hacía mucho tiempo que no le habían acontecido tantas cosas extrañas como en aquella única semana. De pronto volvió la cara y contempló a Caroline a su diestra. Lo que no había visto la víspera, lo comprobó entonces: había envejecido; pálida, hinchada, y respirando con dificultad, estaba durmiendo el sueño de las mujeres que envejecen. Entonces se percató del paso del tiempo, que hasta aquel momento no había percibido, y se dio cuenta de la transformación que había ejercido también en él. [...]

Joseph Roth (1894-1939)
"La leyenda del Santo Bebedor". Anagrama, 1989

martes, 23 de marzo de 2010

Sueño

Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Alzáronse en el cielo
los nombres confundidos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Nuestros cuerpos quedaron
frente a frente, vacíos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
En nuestros dos cuerpos,
¡qué inolvidable abismo!

(De Cuerpo perseguido)
Emilio Prados (1899-1962)

lunes, 22 de marzo de 2010

Una vida divina

Todos los hombres nacen y mueren en la igualdad de la muerte. Yo soy como usted, usted es como yo: ámeme.
Y bien: no, no me ame, y así me amará más. Ludí me quiere porque no me quiere, y porque eso le gusta. Lo mismo Nelly. Es el contrado a-social, una novedad en la Historia. La vida rancia se opone a la vida divina. Yo soy mortal, sin duda alguna, pero del otro lado. [...]
Philippe Sollers: "Una vida divina"

viernes, 12 de marzo de 2010

Cinco horas con Mario

En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos. Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia, y por eso mismo me será muy difícil perdonarte, cariño, por mil años que viva, el que me quitases el capricho de un coche. Comprendo que a poco de casarnos eso era un lujo, pero hoy un Seiscientos lo tiene todo el mundo, Mario, hasta las porteras si me apuras, que a la vista está.[...] Y eso, ¿sabes lo qué es, Mario? Egoismo puro, para que te enteres, que ya sé que un catedrático de Instituto no es un millonario, ojalá, pero hay otras cosas, creo yo, que hoy en día nadie se conforma con un empleo. Ya, vas a decirme que tú tenías tus libros y "El Correo", pero si yo te digo que tus libros y tu periodicucho no nos han dado más que disgustos, a ver si miento, no me vengas ahora, hijo, líos con la censura, líos con la gente y, en sustancia, dos pesetas. [...]¿Quién iba a leer esas cosas tristes de gentes muertas de hambre que se revuelcan en el barro como puercos?
Miguel Delibes

jueves, 11 de marzo de 2010

Tertulia


Ella había preparado un mejunje de ranúnculo. Consiguiendo, después de mucho esfuerzo, disimular el sabor áspero y picante del jugo de la planta. Así que puso tres gotitas en el termo del café y decidió servir una taza de buen café humeante, como de costumbre, a cada participante de la tertulia. Esperaba que con eso fuera suficiente esta vez... ¡Se iban a enterar!


miércoles, 24 de febrero de 2010

¡Comando, comando!

Todas las mañanas abandona la casa con la radio pegada a la oreja . La lleva apoyada en el hombro, porque es casi tan grande y pesada como un radio-cassette, y su cabeza se ladea ligeramente hacia ella. Chaqueta de lana a cuadros y pantalones oscuros, además de unas gafas de gruesos cristales detrás de los que hay unos ojos diminutos, acaban de componer su estampa.

De lunes a domingo, siempre a la misma hora, las seis de la mañana, abre la puerta de rollo produciendo un sonido estridente que despierta a los pocos humanos, animales y alimañas que viven en la misma manzana donde trabaja desde hace muchísimos años.
Abre la puerta del local y, al entrar, tropieza con las bolsas y cajas que dejó por el medio la noche anterior. Sube el volumen de la radio y la coloca cerca del cartel pegado en la pared, representando su esperanza de que cambien las cosas.
Destapa la jaula del loro que se ha cagado encima de las cajas repletas de pescado salado, porque siempre olvida limpiarla o, simplemente, no le importa. Eso sí, le pone agua y semillas de girasol además de alguna hoja de lechuga, porque él ama a los animales. El loro alborota: ¡comando, comando!, la música de la radio alborota y, a las seis y media , llega el panadero con dos bolsas grandes de pan, una de ellas con un estupendo pan redondo; y también alborota, porque los saludos entre ambos son a voz en grito. Las bolsas quedan en el suelo, a un lado del local, cerca del congelador con chuletas argentinas y helados kalise. Así que las señoras madrugadoras tienen que agacharse a recoger el pan de las bolsas, ocasión que él aprovecha siempre para piropearlas y casi, si alguna se deja, toquetearlas, con esa obscenidad oculta en el disimulo de rozarse como quién no quiere la cosa.

Su gran negocio lo hace, sobre todo, los fines de semana con la venta de pan a los domingueros, porque no sólo se llevan cuatro o cinco panes, sino algunas latas de conservas, botellas de refrescos, cervezas, algún paquete de café caracol, sal y carbón para preparar las chuletadas. También puede caer, si hay suerte, un par de botines de caballero, colocados en una cuerda atada de una pared a otra del local, a menera de expositor, de tal forma, que si no andas con cuidado, te puedes dar un buen “zapatazo” en la cabeza. Botines de trabajo, lonas para señoras, incluso chanclas de goma con hebilla, para meterse en playas rocosas y no hacerse daño en los pies. Todo un sin fin de artículos mezclados, sin ningún orden, salvo las cajas de verduras expuestas en un lugar exclusivo, aunque de vez en cuando aparezca una cebolla en la caja de las manzanas.

En los momentos en que no hay clientela, suele sacar la silla plegable y sentarse en la acera aprovechando los rayos del sol. Algunos parroquianos que pasan en sus vehículos le gritan: ¡adiós comando!. Otros le insultan, porque la última vez que compraron algo les cobró de más; incluso alguno que otro, ha intentado pegarle, después de una fuerte discusión, por haber engañado a su mujer en el precio de la compra. Y es que su gran problema ha sido siempre cobrar de más, unas veces, y de menos, otras. Irremediablemente, este aspecto, forma parte de su idiosincrasia y le ha acarreado muchos problemas.

Treinta o cuarenta largos años con la misma rutina, cada día, sin descanso, sin aburrirse, salvo en los meses que estuvo en Chicago, vendiendo en la calle, sobre todo, a los hispanos: calcetines, estampitas de la Virgen de Candelaria, escapularios y otras menudencias.
Pero regresó un buen día y continuó levantándose cada mañana, abandonando su casa muy temprano y con la radio pegada a la oreja, su chaqueta de lana a cuadros, sus pantalones oscuros, y sus gafas de gruesos cristales, encaminándose a su lugar de trabajo, de ocio, de vida....
Dicen las malas lenguas que cuando desapareció dejó una buena cantidad de dinero a una organización de “mala pinta”, de esas que se dedican a matar. Pero eso es cosa de las malas lenguas. Lo que sí quedó flotando en las mentes de los que le conocieron fue una de sus frases preferidas: “Aquí Comando: todo barato, barato”.

jueves, 11 de febrero de 2010

Partir

¿Cuándo fue que decidimos que mirar las nubes desde arriba, los mares desde arriba, montañas desde arriba ya no era privilegio de algún dios? ¿Cuándo fue, sobre todo, que creímos que mirar la tierra desde arriba había dejado de volvernos dioses? ¿Cuándo fue que aprendimos a hojear una revista o diario viejo mientras viajamos entre nubes?
Se cae la tarde, vuelo. Se supone que viajar es lo que me gusta, que es una suerte hacerlo, [...]
Ahora viajo en primera, tengo ventanillas: desde mis ventanillas del avión es muy difícil no mirar que la luna está llena. Desde mis ventanillas del avión, todos dormidos, la luna es lo único que queda.

Martín Caparrós. "Una luna".

miércoles, 10 de febrero de 2010

Pero viajar sigue siendo un gesto de desesperación: rozar, por un momento o unos días, todas esas vidas que nunca podré. No hay nada más brutal, más cruel que entender que podría haber sido tantos otros.
Y, a veces, el alivio.

Martín Caparrós. "Una luna".

jueves, 4 de febrero de 2010

miércoles, 3 de febrero de 2010

Para la próxima ocasión:
Palabras, "Gabriela, clavo y canela"
Elixir, el que se tercie
Café, Turquino
12 Marzo 2010

viernes, 29 de enero de 2010

Unas palabritas

Estimados amigos, bajo el título “A la vuelta de la esquina” queremos conseguir reunir pequeños textos en los que se cuente algo. No somos escritores, por supuesto, pero nos encanta jugar a contar historias. Así que les animo a seguir enviándonos sus relatos para poder participar todos del juego de la magia de las palabras. Unas veces mejor contados, otras no tanto o muy mal contados. Para analizarlos, descuartizarlos, criticarlos.... y, por qué no, reconstruirlos, nos reuniremos periódicamente. La información sobre el día y la hora se les enviará por e-mail.

miércoles, 27 de enero de 2010

El madroño

El ventilador en la ventana, en el exterior cuarenta grados. Las montañas con una ligera calima y yo con una coca-cola en mi mesa, mientras trato de dar forma a algo que todavía no se que será.

Hace dos noches tuve un sueño horrible, el madroño del jardín se había secado, y de él no quedaban sino cuatro troncos marchitos en el suelo. El presagio de una tragedia se cernía sobre mí -. ¿Cómo podía estar sucediéndome eso? Si dos días antes lo había estado limpiando de hojas secas y la cáscara suelta del tronco pedía que la arrancara.

Me había sentido tan satisfecha cuidándolo y mirando lo que había prosperado en estos últimos doce años. Y ahora ¿Por qué tenía que secarse? -No te preocupes me decía, ya plantarás otro, es sólo un árbol-. ¡No¡ no es sólo un árbol , gritaba mi inconsciente desesperado. ¡Es mi árbol! ¡es mi madroño! Yo lo planté. Es una especie protegida. Tuve que pedir un permiso para hacerme con él

Ha sobrevivido a embates muy gordos. Vientos y agua lo han vapuleado y yo he estado allí para ayudarlo. Resistió una tormenta tropical, mientras que a otro árbol, mucho más fuerte en apariencia, lo arrancaba de cuajo la condenada tormenta. Empapada en sudor me desperté y aliviada descubrí que solamente había sido una maldita pesadilla.

Me levanté al día siguiente y descalza corrí al jardín. El madroño seguía allí. Lo observé detenidamente. Las profundas cicatrices que tenía en su todavía pequeño pero grueso tronco me dieron lástima. Pero para el sitio en el que había sido plantado había resistido bastante bien y sus ramas lucían armoniosas.

Después de la pesadilla, donde mi árbol moría, las cosas empezaron a cambiar sutilmente.

Las cosas cotidianas que tanto me habían abrumado últimamente empezaron a tomar otro cariz. ¿Quizás se cerraba un ciclo y se habría otro? ¿Sería que la muerte de mi árbol fuera otro tipo de muerte? ¿Quién lo puede saber? Ni lo sé ni me importa. La vida está llena de percepciones extrañas, y siempre he querido saber el porqué de todo, pero me temo, que es un error hacerse tantas preguntas que no tienen respuesta. Seguramente la interpretación de las cosas es según la óptica de quien mire y las sensaciones es según en el momento en el que las vivas.

Yo cuando planté mi madroño lo hice con una clara intención, si, pero...

Mientras el ventilador en la ventana. En el exterior cuarenta grados. Las montañas con una ligera calima, y yo con una coca-cola en la mesa...

  1. M.J.



martes, 26 de enero de 2010

Aromas

Subía por la escalera del hall cuando le llegó el aroma del último Nina Ricci, convirtiéndose en una pesadilla para él. Entró en la oficina olisqueando a su alrededor como un sabueso, para sorpresa de sus compañeros, si es que a las ocho en punto de la mañana alguien se podía sorprender; pero era tan abrumador el desconcierto de no saber de dónde diablos provenía el olor que entraba por sus fosas nasales e invadía todo su ser, hasta provocarle una especie de náusea, que causaba sorpresa en quienes le veían y oían.

Preguntó si alguien llevaba perfume, un perfume fuerte y apestoso consiguiendo que dos pares de ojos se le quedaran mirando desconcertados y dos pares de bocas contestaran, casi al unísono, negando tal circunstancia. Entonces se dedicó a oler las carpetas de su mesa de trabajo, el teléfono, el teclado del ordenador.... Llegado ese momento estallaron risas en la oficina. Él seguía desesperado y decía para sus adentros, ¿pero es que esos idiotas no lo huelen?


Fue la chica, una funcionaria con la que compartía oficina, la que también empezó a notar el olor justo en el momento en que se le acercó. Pero a ella, que no era precisamente de las que se frotaban el cuerpo, a la hora de ducharse, con jabón lagarto por miedo a que el resto de productos fueran pura química y acabaran produciéndole un cáncer de piel, aquel olor le agradó y una sensación de bienestar muy sutil se instaló, primero en su nariz y después en todo su cuerpo. Así que permitió que él se acercara más y más: ella dejándose oler por el placer que le producía el aroma que emanaba de él, y él, oliéndola de arriba a abajo, en su locura por descubrir el origen del mismo. ¡Qué estampa!, pensaba otro compañero, cuya mesa de trabajo quedaba situada algo más alejada.

En ese preciso instante, apareció en el umbral de la puerta de la oficina la compañera de piso y lecho del apesadumbrado hombre buscador de olores. Su respiración era jadeante tras haber subido las escaleras a toda prisa, y con una tenue sonrisa y una voz culpable gritó desde la puerta: cariño olvidé decirte que te equivocaste de suéter al salir de casa; llevas el que utilicé para probar los efectos del último Nina Ricci.





jueves, 21 de enero de 2010

"Venus bailó ante el sol y sedujo a la tierra"

Como cada mañana Iugam se levantó, se lavó la cara, se vistió y salió a trabajar. Iugam trabajaba en los arrozales todo el día, todos los días. Saludó a sus compañeros, cogió su pala y se dirigió al sitio que más le gustaba: desde donde se veía amanecer cada mañana. El sol salía despacito -como una bola grande de fuego- desde detrás del mundo, era sólo un instante lo que duraba ¡pero era tan maravilloso! ... Cada día era distinto al anterior, los colores con los que se teñía el cielo adquirían distintas tonalidades y ya Iugam sabía si ese día iba a ser azul o gris, si iba a hacer frío o calor y él notaba que su estado de ánimo tenía mucho que ver con ese momento.

Tragó saliva, respiró hondo, ¡que nadie lo distrajera, por favor! Y empezó la ceremonia: hoy venía inmenso, amarillo y como con pinceladas color fuego en los bordes y en el medio. Hoy se ha puesto un vestido de fiesta –pensó. Se elevó lentamente como cada día, en una redondez perfecta, parecía que se veían siluetas de paisajes dentro, que llevaba un paraíso en su interior. El chico aguantó la respiración hasta que estuvo todo fuera, luego le dio las gracias con su alma como cada día y ya se disponía a coger su pala cuando de repente percibió que algo se movía: asomaba otro círculo pequeño, de un naranja más oscuro que se movía alrededor de ese inmenso sol. En los años que llevaba en el arrozal, no había visto nunca el sol acompañado, siempre salía solo, a veces después se escondía y no se le veía apenas en toda la jornada, otras veces se hacía muy pequeño, pero con otro ser ¡jamás! Esa mañana estuvo espléndido: grande, firme, bello y ese otro ser se paseó bailando por el contorno de su cintura.

Iugam sabía que no iba a olvidar nunca esa mañana, y que estaría sonriendo durante varios días.

(Otoño 2004)


martes, 19 de enero de 2010

Sorpresa


Se sentía incómoda con su presencia y no sabía por qué. Sin embargo, el lugar donde se hallaba era muy agradable, con grandes ventanales desde donde podía observar los árboles inundados de copos de nieve, los carámbanos colgando de los antiguos techos de los edificios, casi seguro del siglo XIX, con sus fachadas restauradas y adornadas para diciembre, la pequeña plazoleta con la fuente de agua congelada y las calles empedradas que la circundaban. Desde el interior de aquel lugar era un placer para la vista observar el exterior, un privilegio. Estuvo largo rato contemplando ese paisaje a través de las cristaleras del bar y logró olvidarse de la incomodidad que le producía la presencia de un sujeto sentado tres mesas más allá de donde ella se encontraba tomando un café largo y amargo.


De pronto se trasladó a otro momento de su vida. La guagua ronroneaba, igual que un gato cariñoso se prepara para enroscarse al lado del fuego, en esa hora de la tarde en la que conducir cualquier artilugio de pasajeros es doblemente pesada. De vez en cuando, al conductor se le cerraban los párpados y los abría de un golpe estirando al mismo tiempo su cuerpo, para luego sucumbir nuevamente al sopor y la pesadez del momento.


Sus compañeras de viaje en ese trayecto, desde el pueblo hasta la ciudad más cercana, ni se habían dado cuenta del sopor que envolvía al conductor. La mayoría eran chicas muy jóvenes, llenas de vitalidad y, según se mire, de la malcriadez propia de la adolescencia: gritos, risas exacerbadas, el ulular mismo de la candidez. Ella le podía ver perfectamente a través del gran espejo retrovisor , le observaba a él y su letargo de las tres de la tarde. Era uno de los conductores más antiguos de la empresa. Hombre de campo que, por un golpe de suerte, logró pertenecer a la plantilla de conductores de Transportes La Estupenda, pasando de sobrevivir a seguir sobreviviendo un poquito mejor.


El viejo artilugio disminuyó el ronroneo y se detuvo en la parada cercana a la pista del aeropuerto. Fue entonces cuando ella dejó de preocuparse por el sopor del conductor y las posibles consecuencias. De repente se le ocurrió la idea. Abrió el bolso y sacó un papel que apoyó en la carpeta y ésta sobre las rodillas. Empezó a notar cómo se le entrecortaba la respiración sólo con pensar que lo estaba haciendo.


Había entrado en la guagua dos paradas antes de llegar al final del trayecto. Alto, erguido, con la mirada limpia de un verde uva y dirigida hacia el frente. Todo él bajo un uniforme blanco, perteneciente a la Armada, a la escala más baja de la Armada. -Marinerito en traje de paseo, - pensó ella en cuanto le vio subir y sentarse justo en el único sitio libre que quedaba, delante del suyo. Así que lo sintió como una punzada, como un rayo que desde la mente dirigía sus manos que abrieron el bolso, sacaron un papel y lo apoyaron en la carpeta y ésta sobre las rodillas y escribieron: “Estoy buscando barco” al lado de un garabato. Siguieron hurgando en el bolso y encontraron la cinta adhesiva. Mientras las manos trabajaban, su corazón palpitaba cada vez más fuerte. Estaban llegando al final del trayecto en la avenida de los Sauces. La guagua desaceleraba, la gente se incorporaba de los asientos y, todavía en marcha, dirigían sus pasos hacia la puerta. Él esperó a que parase, se levantó rápidamente y bajó los tres escalones que le dejaron en la calle. Tenía prisa, puesto que no se dirigió hasta el paso de peatones para llegar al otro lado de la calzada, en un momento del día en que el tráfico era bastante denso. Cruzó presto la avenida, esquivando algunos coches, mientras ella, caminando lentamente, contemplaba con nocivo deleite su espalda erguida, la cabeza alta y un papel pegado en aquella chaqueta blanca del uniforme balanceándose a cada paso que daba.


Un grupo de tres jóvenes charlatanes la sacaron del ensimismamiento, al sentarse en una mesa cercana. Terminó el café e hizo un gesto al camarero para pedir otro. Mientras esperaba, volvió a rondar por su cabeza aquel suceso de la adolescencia, el autobús, el marinero, sus manos... ¡Había pasado tanto tiempo!


Saboreando el café largo y amargo pero, esta vez, muy caliente y todavía con la sonrisa en los labios por el recuerdo, vio como tres mesas más allá el sujeto hacía señas al camarero, dejaba sobre el mantel un billete y una especie de sobre. Se levantó, habló un momento con el joven que le extendía el ticket de la cuenta, y tras echar un vistazo al lugar, salió sin mirar atrás. El camarero recogió la mesa, se dirigió a la barra y volvió hasta el lugar donde se encontraba ella. Sobre una bandeja pequeña había un sobre blanco, las manos del muchacho la depositaron en la mesa y muy amablemente comunicó que el señor almirante le enviaba una nota. Sorprendida miró, durante unos instantes, la bandeja con un sobre pequeño y blanco. Al levantar la vista, el camarero ya se había retirado. Con la incógnita en los ojos se dispuso a abrir el sobre del que extrajo un papel escrito a mano que decía: ¡Encontré el barco!