Subía por la escalera del hall cuando le llegó el aroma del último Nina Ricci, convirtiéndose en una pesadilla para él. Entró en la oficina olisqueando a su alrededor como un sabueso, para sorpresa de sus compañeros, si es que a las ocho en punto de la mañana alguien se podía sorprender; pero era tan abrumador el desconcierto de no saber de dónde diablos provenía el olor que entraba por sus fosas nasales e invadía todo su ser, hasta provocarle una especie de náusea, que causaba sorpresa en quienes le veían y oían.
Preguntó si alguien llevaba perfume, un perfume fuerte y apestoso consiguiendo que dos pares de ojos se le quedaran mirando desconcertados y dos pares de bocas contestaran, casi al unísono, negando tal circunstancia. Entonces se dedicó a oler las carpetas de su mesa de trabajo, el teléfono, el teclado del ordenador.... Llegado ese momento estallaron risas en la oficina. Él seguía desesperado y decía para sus adentros, ¿pero es que esos idiotas no lo huelen?
Fue la chica, una funcionaria con la que compartía oficina, la que también empezó a notar el olor justo en el momento en que se le acercó. Pero a ella, que no era precisamente de las que se frotaban el cuerpo, a la hora de ducharse, con jabón lagarto por miedo a que el resto de productos fueran pura química y acabaran produciéndole un cáncer de piel, aquel olor le agradó y una sensación de bienestar muy sutil se instaló, primero en su nariz y después en todo su cuerpo. Así que permitió que él se acercara más y más: ella dejándose oler por el placer que le producía el aroma que emanaba de él, y él, oliéndola de arriba a abajo, en su locura por descubrir el origen del mismo. ¡Qué estampa!, pensaba otro compañero, cuya mesa de trabajo quedaba situada algo más alejada.
En ese preciso instante, apareció en el umbral de la puerta de la oficina la compañera de piso y lecho del apesadumbrado hombre buscador de olores. Su respiración era jadeante tras haber subido las escaleras a toda prisa, y con una tenue sonrisa y una voz culpable gritó desde la puerta: cariño olvidé decirte que te equivocaste de suéter al salir de casa; llevas el que utilicé para probar los efectos del último Nina Ricci.
Dos pares de ojos sí, pero dos pares de bocas... ¡qué miedo!
ResponderEliminar