lunes, 29 de marzo de 2010

Tristeza


Al despuntar el día se levantó y supo inmediatamente que iba a tener un día de esos que él definía de "tristeza llevadera". La sentía como algo indolente, que estaba ahí, que se notaba.... Una dulce tristeza permitiéndole estar aquí y ahora pero también cierta introspección. A veces ni siquiera reflexionaba sobre ella, sólo la sentía. Era un estado interior que le solía conectar con la ternura y estimulaba sus sentidos. Era capaz de ver lo que no veía normalmente: un cerezo japonés en floración, el gato de la vecina ronroneando a sus pies, el saludo de un alumno ofreciéndole una sonrisa, devuelta de su parte... Pero ese ver, que primero le entraba por los ojos, llegaba después al interior, y como si tuviera un recipiente que se iba llenando con sensaciones, las recogía todas y las vaciaba luego en los demás. En definitiva, la tristeza llevadera ere un lujo que él se permitía sentir de vez en cuando.

miércoles, 24 de marzo de 2010

La leyenda del Santo Bebedor

Se despertó muy temprano. Caroline todavía estaba durmiendo. Por la ventana abierta se oían los trinos de un pájaro solitario. Andreas permaneció un rato en la cama con los ojos abiertos, pero no más de unos pocos minutos. Aprovechó esos breves instantes para reflexionar. Tenía la impresión de que hacía mucho tiempo que no le habían acontecido tantas cosas extrañas como en aquella única semana. De pronto volvió la cara y contempló a Caroline a su diestra. Lo que no había visto la víspera, lo comprobó entonces: había envejecido; pálida, hinchada, y respirando con dificultad, estaba durmiendo el sueño de las mujeres que envejecen. Entonces se percató del paso del tiempo, que hasta aquel momento no había percibido, y se dio cuenta de la transformación que había ejercido también en él. [...]

Joseph Roth (1894-1939)
"La leyenda del Santo Bebedor". Anagrama, 1989

martes, 23 de marzo de 2010

Sueño

Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Alzáronse en el cielo
los nombres confundidos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Nuestros cuerpos quedaron
frente a frente, vacíos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
En nuestros dos cuerpos,
¡qué inolvidable abismo!

(De Cuerpo perseguido)
Emilio Prados (1899-1962)

lunes, 22 de marzo de 2010

Una vida divina

Todos los hombres nacen y mueren en la igualdad de la muerte. Yo soy como usted, usted es como yo: ámeme.
Y bien: no, no me ame, y así me amará más. Ludí me quiere porque no me quiere, y porque eso le gusta. Lo mismo Nelly. Es el contrado a-social, una novedad en la Historia. La vida rancia se opone a la vida divina. Yo soy mortal, sin duda alguna, pero del otro lado. [...]
Philippe Sollers: "Una vida divina"

viernes, 12 de marzo de 2010

Cinco horas con Mario

En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos. Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia, y por eso mismo me será muy difícil perdonarte, cariño, por mil años que viva, el que me quitases el capricho de un coche. Comprendo que a poco de casarnos eso era un lujo, pero hoy un Seiscientos lo tiene todo el mundo, Mario, hasta las porteras si me apuras, que a la vista está.[...] Y eso, ¿sabes lo qué es, Mario? Egoismo puro, para que te enteres, que ya sé que un catedrático de Instituto no es un millonario, ojalá, pero hay otras cosas, creo yo, que hoy en día nadie se conforma con un empleo. Ya, vas a decirme que tú tenías tus libros y "El Correo", pero si yo te digo que tus libros y tu periodicucho no nos han dado más que disgustos, a ver si miento, no me vengas ahora, hijo, líos con la censura, líos con la gente y, en sustancia, dos pesetas. [...]¿Quién iba a leer esas cosas tristes de gentes muertas de hambre que se revuelcan en el barro como puercos?
Miguel Delibes

jueves, 11 de marzo de 2010

Tertulia


Ella había preparado un mejunje de ranúnculo. Consiguiendo, después de mucho esfuerzo, disimular el sabor áspero y picante del jugo de la planta. Así que puso tres gotitas en el termo del café y decidió servir una taza de buen café humeante, como de costumbre, a cada participante de la tertulia. Esperaba que con eso fuera suficiente esta vez... ¡Se iban a enterar!