Al despuntar el día se levantó y supo inmediatamente que iba a tener un día de esos que él definía de "tristeza llevadera". La sentía como algo indolente, que estaba ahí, que se notaba.... Una dulce tristeza permitiéndole estar aquí y ahora pero también cierta introspección. A veces ni siquiera reflexionaba sobre ella, sólo la sentía. Era un estado interior que le solía conectar con la ternura y estimulaba sus sentidos. Era capaz de ver lo que no veía normalmente: un cerezo japonés en floración, el gato de la vecina ronroneando a sus pies, el saludo de un alumno ofreciéndole una sonrisa, devuelta de su parte... Pero ese ver, que primero le entraba por los ojos, llegaba después al interior, y como si tuviera un recipiente que se iba llenando con sensaciones, las recogía todas y las vaciaba luego en los demás. En definitiva, la tristeza llevadera ere un lujo que él se permitía sentir de vez en cuando.
355. MADRE DE LOS RÍOS
Hace 8 años