La unidad del dos
La unidad del
dos existe. Puede que lo nieguen los matemáticos, incluso los filósofos
ortodoxos.
La unidad del
dos, existe, es real, inquebrantable y omnipresente. La unidad del dos existe y
es más importante que el teorema de Pitágoras (aunque éste también debía saber
lo que era la unidad del dos, con su vestimenta blanca y sus gustos vegetarianos).
La unidad del
dos es convertir dos miradas en un mirar. Es cogerse las manos sin rozarse, es
beber en ríos distintos de una misma agua. Es respirar del mismo aire y
compartir un vacío infinito.
Mientras escribo
esta reflexión, oigo de fondo la voz de Joan Manuel Serrat, cantando a
Benedetti: “Una mujer desnuda y en lo oscuro es como un resplandor que nos
alumbra”. No se si esto es la unidad del dos; me gustaba más el Benedetti de
“La tregua” (Avellaneda sí supo lo que
era la unidad del dos).
Algunos
prefieren al Serrat que canta: “De alguna manera tendré que olvidarte, no es
fácil ya sabes, me faltan las fuerzas. Y nada más, apenas nada más…”
La unidad del dos
es que bajen a un pozo profundo a buscarte y se queden. Esa es la unidad del
dos.
Para algunos la
unidad del dos es un abanico cerrado que golpea la palma de la mano: “te vas a
enterar”, preludiando el conocimiento del otro. Eso también puede ser la unidad
del dos.
La unidad del
dos es pensar que la constelación del Aguila puede dar aguiluchos, aunque
suponga una locura.
Fuente: WardyArt
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