viernes, 3 de junio de 2016

TALLER DE RELATO CORTO

Preventorio


Son las siete de la mañana, aunque eso poco importa para lo que pueda suceder de aquí en adelante. He aparcado mi coche en el amplio arcén de la carretera y me he encasquetado un gorro de lana de alpaca que refleja una imagen en los cristales espantosa y enorme. ¡Qué le vamos a hacer, cuestiones de la Biología que se ha mostrado generosa conmigo! El gorro de punto de Isabel creo que  me sentaría mejor. ¡Apuesto que sí!
Estoy aquí por iniciativa brillante  de Scott que me ha asignado un trabajo a lo Sherlock  Holmes:” Investigue sobre la llamada Casa Escuela de El Rosario”.
Con lo bien que me encontraba con mi liebre, mi perro y mi inquilina Anna Ortman en mi huerta orlada de viña y poblada de naranjos, limoneros, algunas matas de pimientos  y cebollas.
Corto en seco mis divagaciones y me dispongo a trabajar.  
-¡Vamos allá!- digo en voz alta para darme ánimos y echo mano de mis apuntes: El Rosario, municipio del norte de la isla de Tenerife, se extiende desde el monte hasta  la costa. La Cordillera Dorsal, que se inicia en las Cumbres de Pedro Gil, ocupa parte de su territorio…El monte de pino canario ocupa… y condensa la humedad del alisio, creando un mar de nubes característico… Bla, bla, bla…Su clima, según la clasificación de Köpen  es un templado…¡Es lo que el cuerpo aguante!.
Intento buscar a la  periodista, que puede que lleve dentro, para ver si me revela y me inspira el dónde, cuándo, cómo y porqué, una copia inglesa del where, when, whose…
Entre la niebla que rodea el edificio, me asombro de su ruinosidad , los cristales rotos, la verja destrozada, sólo vienen a mi mente historias siniestras de fantasmas, de dolor y de lágrimas. Sí, algunas debió haber en este lugar pese a que un día la chiquillería esparcía  su voz por los troncos y las ramas de los pinos que nos circundan y que también, en esta semioscuridad penumbrosa del amanecer, se muestran como una arrogante amenaza. La niebla se va descolgando en finas guedejas, como hilos llevados por invisibles agujas que van tejiendo un tapiz fantasmagórico.
-María, María, céntrate, no te pongas poética como tu compañera Verónica, ni alargues las descripciones como José Luis, que Scott no va a premiar tus galaneos extra-susurro, como dando un consejo a mi otro yo.
El edificio se erigió para acoger a los enfermos de tuberculosis, luego fue depositario de los niños que no podían desplazarse diariamente a la escuela, allá por los años cincuenta. ¿fue quizás una precuela de los Planes de Desarrollo, allá por el año 59 del pasado siglo?. Tendré que investigarlo.
Un ruido me sobresalta y me acuerdo de Scott  y de sus santas barbas. ¿Qué coñ….hago aquí muerta de miedo y de frío? Pienso en Montse, en su cara de buena,  investigando y escribiendo sobre las arañas, y eso me da fuerzas para continuar.
Me enredo en las telarañas de mi memoria y en una de mis neuronas está plasmada una conversación anclada en el tiempo.
-El preventorio, sí mujer, que está en la Carretera de Arafo a La Esperanza, allí donde llevan a los chiquillos para que aprendan unas letras,-le comentaba una vecina a mi madre- ese, ese mismo lugar es al que van a llevar a estos pobres de las pateras.
Me sobresalta el crujido de una rama seca bajo mis botas, pero es sólo un momento. Las voces de Alí, de Ahmed, de Omar las trae el viento. Noches de tiritonas y nostalgias. Mira a su alrededor y ve la hilera de camas ocupadas por sus copartícipes de epopeyas. Se escapan algunas ventosidades por culpa de la cena y empiezan a oírse protestas. Entra el celador que, con cara y mirada de pocos amigos, les suelta como  disparo verbales:.
-¡Cállense cabr… a dormir o los mandamos pá su tierra!. ¿Quiénes se creen ustedes que son?.
Obtiene la callada por respuesta. Se dirige hacia la cama de Omar y le señala con el dedo.
-Te tengo calado ¿sabes? Tú eres el que arma el follón.
Omar, que no entiende el idioma y que está medio sordo a consecuencia del golpe que sufrió al subirse en la patera, no dice nada, sólo abre los ojos y expande su mirada temerosa sobre el hombre, intentando adivinar sus intenciones.
-¡Pues, ya saben, si no quieren estar aquí, pues pá su tierra, prontito!- enfatiza el funcionario bajando un poco la voz, impresionado por la  mirada del magrebí. 
Su tierra, Mauritania, Ahmed suspira,  tapa su cabeza  con la manta y tantea bajo la almohada buscando su tesoro: lápiz, cuaderno y una vieja linterna; se incorpora un poco y escribe:
¿Y me preguntas quién soy?
Yo soy de un país...
¡Soy un hombre cómo tú!
No me ha salido de dentro la periodista que quizás he anhelado ser, pero  va surgiendo algo que puede ser interesante averiguar. ¿O no lo creen así? 
                                                                      
                                        (Imagen, Antonia del Olmo)


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