Preventorio
Son las siete de la
mañana, aunque eso poco importa para lo que pueda suceder de aquí en adelante.
He aparcado mi coche en el amplio arcén de la carretera y me he encasquetado un
gorro de lana de alpaca que refleja una imagen en los cristales espantosa y enorme.
¡Qué le vamos a hacer, cuestiones de la Biología que se ha mostrado generosa
conmigo! El gorro de punto de Isabel creo que
me sentaría mejor. ¡Apuesto que sí!
Estoy aquí por
iniciativa brillante de Scott que me ha
asignado un trabajo a lo Sherlock
Holmes:” Investigue sobre la llamada Casa Escuela de El Rosario”.
Con lo bien que me
encontraba con mi liebre, mi perro y mi inquilina Anna Ortman en mi huerta
orlada de viña y poblada de naranjos, limoneros, algunas matas de
pimientos y cebollas.
Corto en seco mis
divagaciones y me dispongo a trabajar.
-¡Vamos allá!- digo en
voz alta para darme ánimos y echo mano de mis apuntes: El Rosario, municipio
del norte de la isla de Tenerife, se extiende desde el monte hasta la costa. La Cordillera Dorsal, que se inicia
en las Cumbres de Pedro Gil, ocupa parte de su territorio…El monte de pino
canario ocupa… y condensa la humedad del alisio, creando un mar de nubes
característico… Bla, bla, bla…Su clima, según la clasificación de Köpen es un templado…¡Es lo que el cuerpo aguante!.
Intento buscar a
la periodista, que puede que lleve
dentro, para ver si me revela y me inspira el dónde, cuándo, cómo y porqué, una
copia inglesa del where, when, whose…
Entre la niebla que
rodea el edificio, me asombro de su ruinosidad , los cristales rotos, la
verja destrozada, sólo vienen a mi mente historias siniestras de fantasmas, de
dolor y de lágrimas. Sí, algunas debió haber en este lugar pese a que un día la
chiquillería esparcía su voz por los
troncos y las ramas de los pinos que nos circundan y que también, en esta
semioscuridad penumbrosa del amanecer, se muestran como una arrogante amenaza.
La niebla se va descolgando en finas guedejas, como hilos llevados por
invisibles agujas que van tejiendo un tapiz fantasmagórico.
-María, María,
céntrate, no te pongas poética como tu compañera Verónica, ni alargues las
descripciones como José Luis, que Scott no va a premiar tus galaneos
extra-susurro, como dando un consejo a mi otro yo.
El edificio se erigió
para acoger a los enfermos de tuberculosis, luego fue depositario de los niños
que no podían desplazarse diariamente a la escuela, allá por los años
cincuenta. ¿fue quizás una precuela de los Planes de Desarrollo, allá por el
año 59 del pasado siglo?. Tendré que investigarlo.
Un ruido me sobresalta
y me acuerdo de Scott y de sus santas
barbas. ¿Qué coñ….hago aquí muerta de miedo y de frío? Pienso en Montse, en su
cara de buena, investigando y escribiendo
sobre las arañas, y eso me da fuerzas para continuar.
Me enredo en las telarañas
de mi memoria y en una de mis neuronas está plasmada una conversación anclada
en el tiempo.
-El preventorio, sí
mujer, que está en la Carretera de Arafo a La Esperanza, allí donde llevan a
los chiquillos para que aprendan unas letras,-le comentaba una vecina a mi
madre- ese, ese mismo lugar es al que van a llevar a estos pobres de las
pateras.
Me sobresalta el
crujido de una rama seca bajo mis botas, pero es sólo un momento. Las voces de
Alí, de Ahmed, de Omar las trae el viento. Noches de tiritonas y nostalgias.
Mira a su alrededor y ve la hilera de camas ocupadas por sus copartícipes de
epopeyas. Se escapan algunas ventosidades por culpa de la cena y empiezan a
oírse protestas. Entra el celador que, con cara y mirada de pocos amigos, les
suelta como disparo verbales:.
-¡Cállense cabr… a
dormir o los mandamos pá su tierra!. ¿Quiénes se creen ustedes que son?.
Obtiene la callada por
respuesta. Se dirige hacia la cama de Omar y le señala con el dedo.
-Te tengo calado
¿sabes? Tú eres el que arma el follón.
Omar, que no entiende
el idioma y que está medio sordo a consecuencia del golpe que sufrió al subirse
en la patera, no dice nada, sólo abre los ojos y expande su mirada temerosa
sobre el hombre, intentando adivinar sus intenciones.
-¡Pues, ya saben, si
no quieren estar aquí, pues pá su tierra, prontito!- enfatiza el funcionario
bajando un poco la voz, impresionado por la
mirada del magrebí.
Su tierra, Mauritania,
Ahmed suspira, tapa su cabeza con la manta y tantea bajo la almohada
buscando su tesoro: lápiz, cuaderno y una vieja linterna; se incorpora un poco
y escribe:
¿Y me preguntas quién
soy?
Yo soy de un país...
¡Soy un hombre cómo
tú!
No me ha salido de
dentro la periodista que quizás he anhelado ser, pero va surgiendo algo que puede ser interesante
averiguar. ¿O no lo creen así?
(Imagen, Antonia del Olmo)